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Pista para cambiar el chip hacia la memoria

El periodista Álvaro Sierra, experto en el cubrimiento de temas de paz y conflicto armado, en su artículo Elementos para el cubrimiento del conflicto y el posconflicto en Colombia. El país del Dr. Jekyll y Mr. Hyde (1), brinda una interesante perspectiva para entender el modo de cómo los medios de comunicación siguen anclados en viejos modelos de ‘noticiabilidad’, propios del cubrimiento del conflicto. En vez de encaminarse a comprender los elementos esenciales que caracterizan el posconflicto. Al no darse esta distinción, las víctimas siguen ocupando en el relato de prensa un mero lugar que no profundiza en la esencia de sus memorias. Sierra señala que:


Este es el primer problema que el periodismo colombiano enfrenta hoy en este campo; en general, los elementos propios del posconflicto se están cubriendo con las lógicas con las que se ha venido cubriendo por años el conflicto armado; y el posconflicto demanda lógicas y conocimientos muy distintos. La mayoría de los periodistas y sus medios aún no han hecho el ‘clic’ necesario para cubrir los procesos de posconflicto, ni han hecho plena conciencia de que demanda destrezas y sensibilidad muy distintas. Y todo un nuevo aprendizaje, (p. 56).


Sierra añade que el periodismo colombiano, a lo largo de su historia, ha puesto su lupa en el conflicto, no en la paz; en los brotes de violencia, y no en los procesos de reconstrucción que las víctimas desarrollan en medio de las amenazas y el abandono estatal; el periodista se ha afanado en narrar las versiones de los victimarios y las historias que los envuelve, pero poco a escuchado la voz de las víctimas en clave de acercarse a interpretar no solo sus historias, sino también sus miedos, sus olvidos y silencios. Sierra expone algunos de los elementos divergentes que componen el cubrimiento del conflicto y el posconflicto:


Los procesos propios del conflicto armado abierto están relacionados con la evolución de la guerra y la negociación y los diálogos con los grupos armados al margen de la ley; la evolución de la política de seguridad democrática, las violaciones a los Derechos Humanos e infracción al DIH, la guerra contra las drogas, al igual que fenómenos como las minas antipersonas, el reclutamiento de menores de edad, el desplazamiento y la situación de los refugiados. Por su parte, entre los elementos propios del posconflicto se identifican los procesos de desmovilización, desarme y reintegración, y los de justicia transicional o restaurativa, de verdad, justicia y reparación, (p. 46).


Sierra escribió las anteriores observaciones durante el 2008, en el marco de un encuentro organizado por la Corporación Medios para la Paz, y hacía un par de años atrás se había dado la desmovilización de estructuras paramilitares, con la Ley 975 del 2005. Si bien esta norma busca facilitar “los procesos de paz y la reincorporación a la vida civil de miembros de grupos armados al margen de la ley (…), garantizando los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación integral” (Función Pública, 2005), no sería hasta la Ley 1448 del 2011, que las víctimas ocuparon un lugar central de atención para el Estado. En el Artículo 2 de dicha norma, se afirma que:

 

“La presente ley regula lo concerniente a ayuda humanitaria, atención, asistencia y reparación de las víctimas (…), ofreciendo herramientas para que estas reivindiquen su dignidad y asuman su plena ciudadanía”, (Función Pública, 2011).

 

Posteriormente, con la creación del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, luego del Acuerdo de Paz entre el Estado colombiano y la exguerrilla de la Farc, hoy partido político, las víctimas se convirtieron en objeto de interés. En este caso, el periodismo que trabaja por la memoria, en la reconstrucción de relatos, busca contribuir a la verdad y a la dignidad de las víctimas. Una de las instituciones creadas con el fin de consolidar el tránsito hacia la paz, es el Centro Nacional de Memoria Histórica. Esta entidad ha sacado varias publicaciones de estilo periodístico que han aportado a la memoria del país. Uno de esos textos es Esa mina llevaba mi nombre, (2016), compuesto por diez crónicas que cuentan las historias de víctimas de este tipo de explosivos.


Esta gama normativa, que se desarrolla durante procesos que buscan la transición del conflicto a la convivencia, terminó de abrir las oportunidades para el abordaje de las víctimas en el relato periodístico con enfoque de memoria. Al respecto, Álvaro Sierra indica que, para el cubrimiento del llamado ‘posconflicto’, aunque en la realidad la violencia continúa con otros actores, es necesario no solo conocer las leyes ya citadas, es necesario que el periodista comprenda las dimensiones del concepto de memoria, y se esfuerce en brindar relatos donde quede en evidencia los tortuosos procesos que el conflicto y la falta de oportunidades causaron. Algunos de estos conocimientos ya han sido expuestos en capítulos anteriores.


Periodismo narrativo, vehículo de la memoria

Para el caso de este ensayo, nos centraremos en comprender las características del periodismo narrativo, cuyo formato es el escrito, aunque muchas de las ideas y conceptos esbozados a continuación pueden aplicarse a otro tipo de expresiones de la representación periodística, pasando por los formatos audiovisuales y multimediales de la internet. Para luego tejer un diálogo entre el periodismo y la memoria y cómo aquel es un vehículo que reúne cualidades propicias para comprender el pasado del conflicto desde la sensibilidad transmitida con la escritura. El periodismo al servicio de la memoria es, ante todo, una apuesta ética con la sociedad y la democracia.


No dejan de inquietarnos las historias reales. Virtualmente el periodista le está ofreciendo al lector la promesa de que nada de lo contenido en la historia está inventado. En la ficción este contrato está diluido: el lector sabe de antemano que lo narrado nunca pasó, y que su fiebre de mantenerse en la lectura está sujeta a lo interesante y ágil de la composición narrativa, de su estilo, forma y fondo.

 

La cronista argentina Leila Guerriero, afamada por su personal estilo de contar historias, en ocasiones ha traído en sus charlas y artículos el ejemplo de la novela de no ficción Operación Masacre, del periodista argentino Rodolfo Walsh, para hablar sobre los orígenes de lo que hoy conocemos como reportaje en Latinoamérica. El relato fue publicado en 1957 y cuenta cómo fueron las circunstancias en torno al fusilamiento de cinco civiles por parte de agentes del Estado argentino de la época, documentando un evidente caso de violencia política.

 

Walsh se encargó de investigar este asunto, luego de que un conocido le contara en un café lo ocurrido. Así fue dando con los sobrevivientes y con la historia. Guerriero destaca que el periodista bien pudo haber escrito este suceso con un lenguaje justiciero y notarial, dando a conocer pruebas, testimonios, documentos y datos duros, lenguaje propio de la época en los diarios. Pero en cambio, Walsh se valió de técnicas literarias para escribir una crónica con características propias que solemos encontrar en la ficción: una sucesión de escenas que van aumentando el clímax, subiendo la intensidad, manteniendo la tensión y la atención del lector.


La cronista quiere destruir esa pretensión de la objetividad que tanto se ha pregonado como característica esencial del periodismo de calidad. Para ello, Guerriero demarca el límite entre la no ficción y la ficción, señalando que el primero está restringido, ineludiblemente, al no inventar. Y este no inventar debe ser un esfuerzo proveniente de la interpretación, cualidad de la que el hombre no puede huir. Así pues, el periodismo es lo contrario a la objetividad, de hecho, es una mirada del mundo a través de los sentidos, las sensaciones y las interpretaciones del investigador.

 

El escritor y periodista argentino Tomas Eloy Martínez dice siguiendo este pensamiento que, “un periodista que conoce a su lector jamás se exhibe. Establece con él, desde el principio, lo que yo llamaría un pacto de fidelidades: fidelidad a la propia conciencia y fidelidad a la verdad”, (Eloy, 2002), y esto sencillamente porque el periodismo es la vocación humana donde menos hay lugar para las verdades absolutas. Por ello el periodismo duda, verifica datos e interroga a todo el que sea posible.

 

El gran cronista colombiano Germán Castro Caycedo, en su discurso al recibir un reconocimiento por su vida y obra en el marco del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar del 2015, manifestó que: “Pienso que en periodismo no ha existido, ni existe, ni existirá objetividad en cuanto haya seres humanos de por medio: en cambio creo que los cimientos de nuestro oficio son el equilibrio (2) y la precisión”,  (Castro, 2015).


Guerriero asegura al respecto en su libro Zona de obras que:

…Un periodista evaluará los decibeles de dolor, riqueza y maldad del prójimo según su filosofía y su gastritis, y hasta es posible que un periodista de Londres y otro de la provincia argentina de Formosa tengan nociones opuestas acerca de cuándo una persona es pelada, una tarde es triste o una ciudad es fea, pero lo que no deberían tener son alucinaciones: escuchar lo que la gente no dice, ver niños hambrientos allí donde no los hay, imaginar que son atacados por un comando en plena selva cuando están flotando con un bloody mary en la piscina del hotel, (p.45).
 

Pero si queremos ir más allá, la subjetividad comienza con la versión misma de los testigos o los protagonistas de los hechos investigados, puesto que los testimonio están trabajados por los nervios, los intereses, las prenociones, la vitalidad, la capacidad de recordar, la idiosincrasia, el trauma, el dolor, los anhelos y sus esperanzas. El recuerdo, el del periodista y el de sus fuentes, es siempre una interpretación comunicada por medio de la plástica de la palabra, lo que pone de manifiesto el carácter relativo que subyace en cualquier relato con pretensiones de mostrar una realidad: la realidad es como somos, nos sentimos y las frases que utilizamos para expresarla.

 

Según el periodista y escritor Juan Villoro, “el intento de darles voz a los demás -estímulo cardinal de la crónica-, es un ejercicio de aproximaciones. Imposible suplantar sin pérdida a quien vivió la experiencia”, (Villoro, 2005). En su libro de crónicas Safari occidental, el mexicano apunta además que “la voz del cronista es una voz delegada, producto de una "desubjetivación": alguien perdió el habla o alguien la presta para que él diga en forma vicaria. Si reconoce esta limitación, su trabajo no sólo es posible sino necesario”, (2005).


La fama de Operación masacre también estriba en que salió al público nueve años antes que A sangre fría, de Truman Capote, que el mismo autor rotuló como novela de no ficción. Sin embargo, ya en Colombia, y más concretamente en Medellín, se había publicado en 1875 un relato llamado El crimen de Aguacatal, de Francisco de Paula Muñoz. El periodista e investigador colombiano Juan José Hoyos se encargó de indagar los orígenes de este texto, poco conocido en la actualidad, para conocer a su autor, los pormenores de los asesinatos y el contexto sociopolítico de la ciudad al momento del crimen. Lo más interesante es que Hoyos llega a la conclusión de que el relato es una muestra temprana de lo que hoy conocemos como reportaje. Muñoz, quien escribió para diarios, se valió de su puesto de funcionario judicial para profundizar y seguirle la pista a la investigación que terminó con la captura y judicialización de Daniel Escobar, primo de una de las víctimas. Escobar afirmó que lo motivó el desear apoderarse del dinero y las joyas de la familia, a quienes mató una madrugada utilizando un hacha de 75 centímetros que hoy hace parte de la colección de objetos del Museo de Antioquia.


Juan José Hoyos, describiendo la técnica y el estilo de Francisco de Paula Muñoz, afirma en su estudio Un pionero del reportaje, muy en consonancia con lo citado por  Leila Guerriero frente al estilo periodístico: “A lo largo de su relato, Muñoz trata de dar cuenta de todos los gestos, movimientos y detalles significativos exteriores al mero registro frío consignado por los funcionarios en el expediente”, (p.109), como  se puede percibir en el relato que hizo Muñoz de las escenas de juzgamiento del asesino, para dar cuenta incluso de los personajes presentes en el aposento. Hoyos afirma que para crear la atmosfera necesaria de cómo transcurría este hecho en particular, Muñoz utiliza “una narrativa vigorosa, emotiva, basada en sus propias vivencias y en una exposición personal de los hechos” (p.109).


Traigo a colación estos dos ejemplos sobre periodismo narrativo para poner sobre la mesa que la discusión sobre la no ficción y la ficción está delimitada por el grado de interpretación y las técnicas utilizadas para aproximarse a una realidad desdibujada, ya sea por medio de la investigación, ya sea por medio de la escritura. Si quisiéramos establecer un punto intermedio entre estas dos nociones, podríamos nombrar atrevidamente el Diario del año de la peste, de Daniel Defoe, relato de ficción publicado en 1722, y que fue construido en parte con datos reales sobre lugares y acontecimientos. De hecho, el autor vivió esta pandemia mortífera de peste bubónica en Londres ocurrida entre 1665 y 1666 cuando era un niño. Las crónicas de indias son también una muestra de cuán antigua es la noción y la necesidad de transmitir una verdad en la narrativa, aunque una gran porción de estos relatos posea pasajes que, en nuestros días, rayan en la fantasía.


El periodismo narrativo Vs periodismo informativo

Ahora reflexionemos a cerca de tres grandes diferencias entre el que podríamos llamar el periodismo informativo, el del día a día, y el periodismo narrativo, con el fin de apreciar algunos de los alcances de este último frente al tratamiento de las memorias. El primero suele seguir una fórmula sustentada en la ‘pirámide invertida’, un modelo para representar la realidad con datos duros, un lenguaje aséptico y tratando de responder a la fórmula de las cinco W (3) (qué, quién, cuándo, dónde y por qué), construyendo un texto que comienza con el dato más importante y terminando con el menos importante (Pena, 2009, p.52); a su vez, su objetivo es mostrar un aspecto actual de la realidad social con base en valores periodísticos como la precisión, la brevedad, la novedad y el equilibrio de fuentes.

 

Además, en el periodismo informativo, el periodista debe dar la impresión, en favor de la pretendida objetividad, de no intervenir u opinar en el hecho que se cubre. Y, en esencia, en las noticias diarias hay fuentes, no personajes como en las crónicas, y estas fuentes están en el no-lugar y en el no-tiempo, (Herrscher, 2012, p.32).


El periodismo narrativo, por su parte, no está subordinado a la pirámide invertida: busca contar una historia con las características formales de un relato donde se desarrollan, en lo posible, hechos, sensaciones, escenas, diálogos y contextos, en escenarios donde no hay fuentes sino personajes y en contextos particulares. En este espacio el autor puede darse libertades retóricas que no tienen nada que ver con un acercamiento a la ficción, como ya dijimos, sino con un recurso sensible dentro del sistema de la dramatización que ayuda a configurar en el relato, entre otras cosas, los silencios y los olvidos. Este hecho es notorio cuando son exploradas las memorias, que no tienen que ver con la actualidad en tanto son traídas al presente con el fin de pensar la actualidad y proyectar el futuro.


Para una definición más exacta de lo que es el periodismo narrativo, adopto lo dicho por el periodista e investigador Juan José Hoyos, al afirmar que este busca:


…captar una historia con todos sus detalles, retratando de paso sus personajes, sus ambientes, recreando el drama que hay detrás de los hechos que se narran. Por ese afán totalizador, también es un punto de encuentro entre el periodismo, la literatura, la antropología, la historia, el arte y muchos otros campos del conocimiento ligados a las ciencias humanas, (2003, p.14).


En este mismo sentido, el periodista argentino Roberto Herrscher nos dice del periodismo narrativo en profundidad que:


Los nuevos cronistas se sumergen en las calles de sus propias ciudades y en lejanos poblados como antropólogos, estudian las relaciones y las conductas como sociólogos y psicólogos, aprenden del pasado para entender el presente como historiadores, y en sus libros analizan y piensan en pluma alta a la par que cuentan. Son narradores y ensayistas (Herrscher, 2015, p.32).


Ahora, entre el periodismo informativo y el periodismo narrativo hay toda una gama de acercamientos a la realidad que están íntimamente ligados a la historia que se cuenta, al autor y a los marcos culturales, sociales, políticos y tecnológicos. Pero, aun así, el periodismo según Lorenzo Gomis no deja de ser un método de interpretación, porque escoge entre todo aquello que ocurre en su entorno social lo que considera interesante, noticioso, para interpretarlo y traducirlo a un lenguaje fácil y común. El periodismo, a su vez, distingue de la noticia lo más relevante y lo menos relevante, y “además de comunicar las informaciones así elaboradas, trata también de situarlas y ambientarlas para que se comprendan (reportajes, crónicas)”, (Gomis, 1991, p. 38).


La crónica proyecta también, fuera del universo humano del drama en los hechos narrados, un juicio y una valoración sobre los mismos. Esto desvela el carácter político de la crónica, pues a la vez que denuncia, critica una realidad social particular que interpela a las demás esferas sociales. Podríamos hablar de una especie de estatuto transgresor de la crónica, ya que moviliza nuevas miradas que incomodan las representaciones hegemónicas mostradas por el periodismo con mayor audiencia. El periodista no es un agente pasivo.


Roberto Herrscher, uno de los más destacados cronistas de nuestra época, en su estudio Periodismo narrativo, cómo contar la realidad con las armas de la literatura, manifiesta al respecto que:


Los grandes textos de periodismo narrativo tienen, creo, una enorme ambición escondida. No buscan solo informar, entretener o enseñar algo. Buscan el mayor objetivo al que puede aspirar un escrito: que el lector cambie, crezca, conozca no solo una parcela del mundo que desconocía, sino que termine conociendo una parcela de sí mismo que no había frecuentado, (p.36).


 

Periodismo para la memoria

Abordar las tensiones sociales es uno de los propósitos que tiene el periodismo de memoria. Como ya lo mencionamos, los testimonios de las víctimas abordados como relatos que brindan una realidad que interpela por su injusticia, tienen un alto carácter político hoy, pues por primera vez en Colombia y gracias a los mecanismos de justicia transicional, las víctimas del conflicto tuvieron derechos específicos y legítimo reconocimiento estatal. Esos testimonios, convertidos luego en relatos periodísticos, invitan a reinterpretar críticamente el pasado a partir del relato hoy conocido de las víctimas, que estuvo acallado por más de 70 años de historia. Los efectos de esa propagación de memorias podemos percibirlo hoy con la alta aceptación, como hecho histórico, de los mal llamados ‘falsos positivos’. Este nuevo conocimiento al servicio de la opinión pública ha permitido reinterpretar el pasado acumulado y trasmitido por los medios hegemónicos.


Si bien este cambio gradual de paradigma es propiciado también por la propagación de noticias sobre corrupción en todos los niveles expuestos, las crónicas escritas, radiales, televisivas y multimediales han aportado dimensiones más profundas a quienes acuden a ellas. Por supuesto, en nuestro país, el Estado (4) y los organismos encargados de estudiar y recopilar la memoria histórica, tienen como objetivo misional difundir en la mayor cantidad de lenguajes, formatos y medios, realidades rescatadas de la indiferencia histórica.


Podemos apreciar entonces el poder que radica en el relato de memoria, que sigue sirviendo como fuente de consulta mientras va transformando la forma como el ciudadano se concibe como sujeto político. El periodismo en esta dirección aspira a contribuir a la realización de una democracia ideal. Tomas Eloy Martínez expresa esta misma idea de la siguiente forma:


Una de las peores afrentas a la inteligencia humana es que sigamos siendo incapaces de construir una sociedad fundada por igual en la libertad y en la justicia. No me resigno a que se hable de libertad afirmando que para tenerla debemos sacrificar la justicia, ni que se prometa justicia admitiendo que para alcanzarla hay que amordazar la libertad (…). El nuevo desafío es cómo hacerlo a través de relatos memorables, en los que el destino de un solo hombre o de unos pocos hombres permita reflejar el destino de muchos o de todos, (2005).


Reflejar el destino de muchos hombres a través de la historia de uno fue la fórmula empleada en el documental Viaje al silencio, dirigido por la periodista Ginna Morelo, una monteriana que lleva más de veinte años narrando las memorias producto de la violencia en el departamento de Córdoba. La pieza audiovisual centra su atención en contar a través de testimonios las luchas de resistencia del líder indígena Kimy Pernía Domicó, quien se opuso a la construcción de la Represa Urrá I, pues esta amenazaba con despojar e inundar tierras que ancestralmente pertenecían a la comunidad embera katío del Alto Sinú. Martha Domicó, hija del líder que finalmente fue asesinado y desaparecido por paramilitares en junio del 2001, hace un esfuerzo por recordar ante la cámara las motivaciones de Kimy Pernía para oponerse al megaproyecto, cuya licencia ambiental fue otorgada en 1999 en medio de los más altos escándalos de corrupción.


Martha Domicó, como otros entrevistados que conocieron personalmente al líder, hace énfasis en aspectos que las cifras y los sucesos contados en el periodismo informativo no dan cuenta, entre ellos: la relación mágica y cosmogónica de los indígenas con la naturaleza a través de la noción madre tierra, que les permite un profundo conocimiento y cercanía con la misma; y la fuerte convicción de pertenencia del líder, basada en el conocimiento ancestral heredado.

 

Ambos universos son abordados en el documental desde la emocionalidad de los testimonios, mostrados e ilustrados con los escenarios de esa exuberante, hermosa, imponente y mística naturaleza. Los olvidos y los silencios son rescatados por Ginna Morelo por medio de la evocación de los mismos temores que, en su momento, paralizaron a Martha Domicó durante el estigma y la persecución contra su pueblo y su líder, tanto por parte de guerrillas como paramilitares. Los grupos ilegales, de derecha y de izquierda, vieron en Kimy Pernía a un enemigo, poniéndolo en medio de una disputa en la que él solo tenía como arma su palabra y su capacidad de convocar. El documental describe el ambiente sociopolítico de la época, y cómo el líder embera tuvo razón frente a los daños irreparables que el embalse ocasionó a la naturaleza y las economías locales, sembrando el miedo. Miedo que en la actualidad perdura.


Los documentales con una alta carga expresiva, como ocurre con el periodismo narrativo, dan cuenta de un énfasis agregado a las cualidades subjetivas de la experiencia y la memoria, como lo afirma el crítico y teórico del cine estadounidense Bill Nichols. Para Nichols, los documentales tienen una intención política en cuanto el director asume un lugar desde el cual narrar una realidad social que pone en evidencia las debilidades e injusticias presentes en las comunidades, colectivos o minorías. Bill Nichols coincide con Tomás Eloy Martínez en cuanto a la naturaleza sugerente y crítica que toda representación periodística debe poseer:


La tarea de los documentales es conmover para asumir una predisposición o perspectiva respecto a algún aspecto del mundo. Este objetivo requiere de poner atención a las tres “C”: credibilidad, un carácter convincente y una retórica cautivante. Llamar nuestra atención respecto a problemas sociales que nos unen y dividen como personas, y hacer el perfil de vidas complejas y reveladoras de individuos específicos, son dos de las decisiones más recurrentes que toman los documentalistas, (Nichols, 2013, p.271).


Viaje al silencio nos muestra con la historia de Kimy Pernía los ideales de toda una comunidad, toda una manera de estar en el mundo, y la resistencia contra la violencia con fines políticos de miles de campesinos, afrodescendientes e indígenas que han sido asesinados en el país, en un ejercicio de terror sistemático que, como nos lo recordó la antropóloga María Victoria Uribe, se viene ejecutando desde antes de la muerte de Gaitán.

***

Referencias:

1. La novela El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde fue publicada en 1886 y su autor es el escritor británico Robert Louis Stevenson. Álvaro Sierra hace referencia a esta obra en el titular de su ensayo para destacar los extremos del conflicto y la búsqueda de la paz en Colombia, y cómo la fluctuación podría representarse en la figura del protagonista de la novela, un científico llamado Jekyll. Este hombre, visto ante la sociedad como un ejemplo a seguir, crea una pócima que, al consumir, lo convierte en un ser despreciable, violento y asesino. Este libro se ha convertido en una pieza para ejemplarizar los impulsos psíquicos del bien y el mal que se le atribuye al ser humano.

2. Germán Castro Caycedo va más allá y añade que en la crónica “…confluyen todos los géneros de ese oficio: además de dar noticias, su desarrollo tiene que basarse en una estructura: lineal o secuencia rota. Y debe incluir tantas entrevistas cuantas versiones surjan en torno a un hecho. Y para contar es necesario manejar el tiempo dramático, y el tiempo de época, y la cronología; y también el factor sorpresa en busca de suspenso. Y el ritmo como resultado de la periodicidad con que sean ubicados los clímax o momentos intensos del relato. Como narrativa no-ficción, la crónica debe detenerse en el contraste, un elemento siempre presente en nuestro mundo. Pero, además, la crónica no puede prescindir del ámbito sensorial inherente a nuestra realidad y por tanto debe registrar invariablemente olores, sabores, texturas, sonidos, colores…”.

3. Esta idea, que funda la base del reporterismo, es anglosajona, por eso en el campo del periodismo se le conoce como las 5W: Who, what, when, where, why. Quién, qué, cuándo, dónde, por qué.

4. María Teresa Uribe nos recuerda en su ensayo Memorias, historias y ciudad, que “la obligación de los Estados y las administraciones locales es recordar y hacer recordar, creando las garantías necesarias para desatar las memorias atrapadas en la guerra, y los climas apropiados de respeto y de confianza para evitar, en la medida de lo posible, lo que ocurre cuando se abre sin precauciones la caja de Pandora” (p.77).

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