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Pistas para narrar la memoria y sus silencios

A esta altura del ensayo es posible identificar conceptos, nociones históricas, prácticas y métodos útiles a aquellos reporteros que buscan aportar a la memoria, con el fin de contribuir a una sociedad más justa e incluyente. Se nos presenta una gran oportunidad de que el periodismo cumpla con su función social, y para ello es primordial entender la compleja relación que existe, por tantos años de conflicto, entre la población civil considerada como víctima y los actores armados, y cómo los medios y el poder aportaron a acallar a las víctimas, de allí nuestro recorrido. Y es que, como lo afirma la politóloga Olga Behar Leiser, una de las mayores exponentes del periodismo de memoria, “en un país donde la información es utilizada como arma de guerra, es necesario que ahora ella se convierta en un instrumento hacia la paz”, (Behar, 2016, p.61).

En este capítulo nos centraremos en condensar algunas ideas ya planteadas en torno a prácticas y métodos al momento del trabajo de campo, e ideas sugeridas a la hora de la escritura del relato.

Siguiendo con la antropóloga Natalia Castellanos, ella plantea la necesidad de que el investigador que se acerca a una persona o a una comunidad que ha experimentado la violencia, debe considerar dos aspectos: la “mordaza simbólica” que acompaña a los personajes y los protege de amenazas del entorno, y la mordaza que el investigador vive en su condición de foráneo donde la palabra está mediada por el miedo, (2015, p.15).

 

Esto último plantea un problema ético y metodológico, en la medida que siempre está latente que el investigador diga o haga algo que acarree consecuencias negativas. Incluso Castellanos recomienda que, en muchas ocasiones, es mejor no utilizar grabadora de voz (esta sobre todo genera sospecha), y darse a la escucha sincera y atenta dentro de un ambiente tranquilo y familiar. De allí la importancia de un diario de campo, en donde se consignan escenas, impresiones, diálogos, expresiones, historias, fechas, nombres, etc.

Ese diario de notas permite, según la autora, almacenar la “filigrana de la narración”, en un ejercicio de consignación propio de la antropología, pero que a los periodistas nos es útil como método: “La recolección de la memoria del antropólogo como ejercicio de darle voz a sus propios miedos, ofrece pistas acerca de lo que se podría ocultar en esos lugares oscuros, silenciados por los agentes de la guerra; este ejercicio de interpretación del silencio propio puede arrojar luz sobre el ajeno”, (p.16). Por supuesto, vale añadir que la utilización de la agenda en exceso, quebrando la intimidad con un gesto de despiste, podría cohibir aún más la palabra sincera, sensible y honesta.

Volviendo al tema de la grabadora, el cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos recomienda su uso, de ser posible, porque con ella no solo registramos un testimonio y los detalles de la historia, nos permite recordar elementos extras que se dan en la espontaneidad de la conversación. Salcedo escribió en su artículo del 2011, La crónica, el rostro humano de la noticia:

Muchos grandes periodistas y escritores critican, con algo de razón, el uso de la grabadora. El problema no es ella misma sino el manejo que le demos. La grabadora puede permitirnos recordar sonidos, gritos, palabras, que pueden servirnos después para la recreación de las atmósferas (1), (Salcedo, 2011).

Por supuesto, antes de entrar a las entrevistas y el trabajo de campo, el reportero debe hacer una exhaustiva búsqueda de información sobre la comunidad que vivió los hechos victimizantes. La tarea es acudir a diversas fuentes, “puesto que se busca tanto la reconstrucción rigurosa de los datos, hechos y sus cronologías mediante fuentes como archivos (2)”, (CNMH. p.48), videos, prensa, expedientes, investigaciones, testimonios e informes como los elaborados por el Centro Nacional de Memoria Histórica. Esto permite no solo reconocer un hecho y un contexto social, cultural y político de una comunidad al momento del suceso, aporta contexto sobre cómo era el lugar antes de que se intensificara el conflicto. Permite saber si en la actualidad la amenaza de los violentos sigue latente (3) y qué tipo de actividades de reconstrucción social se presentan.

Otro factor que determina lo que se omite está relacionado con la escucha, porque sólo “cuando se abre el diálogo entre quien habla y quien escucha, éstos comienzan a nombrar, a dar sentido, a construir memorias. Pero se necesitan ambos,  interactuando en un escenario compartido”, (Jelin, 2002, p.84), de este modo “el testimonio incluye a quien escucha, y el escucha se convierte en participante, aunque diferenciado y con sus propias reacciones”, (p.85). Este juego de relaciones moldea lo que la víctima está narrando, puesto que no es lo mismo contar un pasado a un amigo, a un abogado, a un investigador social, a un notario o a un periodista, entre otras cosas porque el propósito final del testimonio en las diferentes disciplinas es distinto, y es textualizado e interpretado de formas diversas. “En esos ámbitos, la narrativa testimonial puede a veces ser una repetición ritualizada, más que un acto creativo de diálogo. Se requieren «otros» con capacidad de interrogar y expresar curiosidad por un pasado doloroso, combinada con la capacidad de compasión y empatía” señala la investigadora, (p.86).

Este punto es importante, en el entendido que muchas víctimas que vienen por años impulsando y desarrollando colectivos, han creado un discurso políticamente correcto, alejado de la sensibilidad del diálogo y la fuerza rememorativa que producen los objetos y los lugares del suceso, según lo expresa el cronista e investigador de la Universidad Eafit, Carlos Mario Correa, quien cubrió para El Espectador el conflicto promovido por Pablo Escobar y el paramilitarismo, entre 1988 y el 2001: “Yo creo que el periodista debería hablar con la víctima en el lugar donde sufrió, donde la víctima sigue con sus penas, aferrada a su terruño y condición vital, a su entorno, donde esencialmente es, y podría darse que allí cuente la verdad que no se cuenta en los medios en escenarios preparados”, (C. Correa, comunicación personal, 17 de noviembre de 2021).

El gran cronista colombiano Germán Santamaría destaca, igual que Correa, la necesidad de informar sobre el lugar en el que viven o vivieron los personajes, “pero más significativo que eso es mostrar de qué manera el espacio que habita influye sobre él”. Y añade que la crónica “es un género tan noble que incluso les da vigencia histórica a acontecimientos que en su momento no fueron noticia”, (Salcedo, 2011).

De aquí se desprende la idea de que la entrevista es la esencia desde donde emerge el arte del reportaje, del periodismo de calidad. En ese diálogo las posibilidades que le presenta la historia oral al reportero en la elaboración del relato son múltiples. Raúl Osorio, PhD y magister en Comunicación por la U. de São Paulo, señala también que la entrevista es una:

… disciplina que produce conocimiento, saberes como sentires y sabores de un mundo más humano, menos teoricista. Pero, ¿dónde queda el poder del silencio? En la convivencia íntima, ya que también él es una expresividad y un decir de nuestra vida. Aunque el recordar cumple una función de diálogo, el callar expresa lo no dicho, que es una forma de decir, (Osorio, 2015, p.89).

Dentro de este proceso, el primero que debe sufrir una transformación es el reportero por medio de la escucha y la observación. No se trata simplemente de registrar con la grabadora o el diario de campo, es necesario sentir que la historia, primero que nada, nos enriquece, (2015, p.31). Sin esta condición, es difícil que el periodista sepa, al momento de escribir, en qué hacer énfasis en la narración, qué tono utilizar, qué ritmo llevar y que estilo desarrollar en la construcción de la trama, según su estilo. El escritor, periodista y premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez, en su artículo “¿Una entrevista? No gracias”, contrasta en este sentido:

Un buen entrevistador, a mi modo de ver, debe ser capaz de sostener con su entrevistado una conversación fluida, y de reproducir luego la esencia de ella a partir de unas notas muy breves. El resultado no será literal, por supuesto, pero creo que será más fiel, y sobre todo más humano, como lo fue durante tantos años de buen periodismo antes de ese invento luciferino que lleva el nombre abominable de magnetófono. Ahora, en cambio, uno tiene la impresión de que el entrevistador no está oyendo lo que se dice, ni le importa, porque cree que el magnetófono lo oye todo. Y se equivoca: no oye los latidos del corazón, que es lo que más vale en una entrevista, (García, 1981).

Grandes periodistas narrativos coinciden en esto último con García Márquez, la grabadora no registra esencialidades que se presentan en el encuentro, pero no deja de ser un recurso crucial para el almacenamiento de la historia. La escritora y periodista bielorrusa de lengua rusa, Svetlana Aleksándrovna Aleksiévich, premio Nobel de Literatura de 2015, nos legó un libro de crónicas y testimonios sobre mujeres que conformaron las filas del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial. El libro lleva por título La guerra no tiene rostro de mujer. En algunos de los relatos Svetlana habla en primera persona durante sus encuentros con mujeres ya ancianas que recuerdan sus atroces experiencias en la guerra, cuando ellas apenas si salían de la ingenuidad de la adolescencia, fuertemente adoctrinadas por la ideología de la Unión Soviética. En la crónica En nuestra casa viven dos guerras…, la autora escribió:

La grabadora registra las palabras, graba las entonaciones. Las pausas. El llanto y el asombro. Me doy cuenta de que cuando una persona habla surge algo más grande, algo que supera lo que a continuación aparecerá sobre el papel. Me da pena no poder ‘grabar’ los ojos, las manos. Viven su propia vida durante la conversación. Una vida separada. Tienen su propio ‘discurso’, (p.130-131).

En lo posible, la conversación debe hacerse en los lugares de residencia de la persona, lo que permite observar la familiaridad o soledad de esta, y tener acceso a otras cosas, como objetos y ambientes. Salcedo Ramos afirma que, “es necesario saber observar. La observación es importante porque permite describir a los personajes y recrear los espacios en los cuales se desenvuelven”, (2011). No podemos dejar de lado las ventajas que confiere la toma de fotografías, pues estas permiten recordar las características exactas de los espacios, personas, objetos, documentos encontrados en el transcurso de la investigación, entre otras utilidades.

Gloria Castrillón, reportera y exdirectora editorial del proyecto #Colombia2020, campaña periodística y pedagógica para el posconflicto del diario El Espectador, recomienda, para tener acceso a escenarios que permitan un acercamiento más directo con la historia:

Busque un lugar apropiado para que las personas sientan confianza y tranquilidad, en el que haya algún grado de intimidad. Prefiera la vivienda o el lugar de habitación de las personas, esto además le permite tener conexión con elementos personales y familiares que pueden ayudar a construir el relato (fotografías, diplomas, juguetes), (Castrillón, 2016).

 

Castrillón incluso aconseja:

 

Invite a la persona a responder preguntas como: ¿cuándo llegó la guerra a su territorio?, ¿cuáles fueron los primeros grupos que llegaron?, ¿quién le disputó el control?, ¿qué hicieron?, ¿cómo cometieron esos hechos violentos?, ¿quiénes los hicieron?, ¿por qué cree que sucedió?, ¿cómo lo afectó a usted, a su familia, a sus amigos?, ¿cómo afrontó esa situación?, ¿qué daño reconoce?, ¿qué hizo después?, ¿cómo le cambió la vida?, (Castrillón, 2016).

 

Por otra parte, para tener ideas sobre qué contar y cómo hacerlo, se recomienda que el reportero lea sus anotaciones, las clasifique, las analice y subraye en ellas los datos en los que quiere profundizar, a la vez que advierte qué tema no se ha tocado o qué cabo suelto hay que tener en cuenta. En este ejercicio es posible ir determinando la estructura que llevará la crónica, y qué tanto hemos avanzado en la acumulación de la reportería. Ello implica ir seleccionando qué es digno de ser contado y qué no vale la pena ni nombrar, simplemente porque el detalle o el dato es irrelevante, o porque omitirlo le suma al mecanismo del ritmo y la tensión narrativa. El escritor Juan Villoro, en su ensayo La crónica, el ornitorrinco de la prosa, manifiesta además que: “Siguiendo usos de la ficción, la crónica también narra lo que no ocurrió, las oportunidades perdidas que afectan a los protagonistas, las conjeturas, los sueños, las ilusiones que permiten definirlos”, (2005).

El maestro del periodismo Roberto Herrscher, quien ha tenido la oportunidad de viajar por el mundo desarrollando talleres y encuentros de formación para reporteros, manifiesta en su libro Periodismo narrativo: cómo contar la realidad con las armas de la literatura, que los detalles reveladores a los que debemos estar atentos son a veces pequeñas escenas, frases, imágenes, cosas que escuchamos, vemos, olemos o tocamos y que quedan en nuestra memoria porque nos hacen percibir con los sentidos cosas que pensamos o sentimos y que nos cuesta expresar. Como periodistas, cuando encontramos una escena así y la podemos transmitir para que el lector sienta que la ve con sus propios ojos, estamos entrando en una dimensión a la que muchas veces solo accede la ficción, la poesía, la música o el cine, (2012, p.34). Herrscher (4) recomienda: “Una de las tareas más útiles a las que puede abocarse el periodista narrativo, para mí, es tratar de mostrar lo doméstico que hay en lo que solemos ver como exótico. Y el camino opuesto: encontrar lo exótico y extraño que anida en lo que consideramos doméstico” (p.47).

 

Por su parte, En el libro Escribiendo historias: el arte y el oficio de narrar en el periodismo, Juan José Hoyos habla con ejemplos ilustrativos de los cuatro procedimientos del periodismo narrativo: narrar escena por escena, los diálogos, el uso del punto de vista de la tercera persona (narrador focalizado), y la relación entre gestos cotidianos, hábitos, modales, costumbres, estilos de mobiliario, de vestir, de decoración, de comer, de llevar la casa, modos de comportamiento y, en general, otros detalles simbólicos del estatus de vida de los personajes.

Hoyos escribió sobre las escenas en el libro citado:

 

Se habla del procedimiento dramático, porque la escena es la unidad fundamental de la narración de la tragedia, de la comedia, del drama y, en general, de las formas teatrales. La escena representa un hecho ocurrido en el mismo lugar y en el mismo tiempo. Por eso se dice que tiene unidad de lugar, tiempo y acción, (Hoyos, 2003, p. 363).

Así pues, si bien el periodismo tiene el deber de informar, posee, como lo hemos visto hasta el momento, un gran componente estético, que funciona como suscitador de emociones. Frente al proceso creativo de la escritura, que evoca tantos temores, el maestro de la crónica Germán Castro Caycedo escribió un artículo para la Revista Folios, de la UdeA, en el que reflexionó sobre cómo se pensaba sus textos. Afirma que, por lo general, las crónicas no suelen ni pueden ser lineales, su secuencia lógica es más compleja por la multiplicidad de voces y de hechos ocurrido en un espacio de tiempo determinado. Este trabajo le proporciona una primera estructura para la narración. Y añade:

Una vez que tengo la estructura, sé que tengo que comenzar con un clímax, terminar con otro y poner otros en el centro. Se llamará ritmo, se llamará que no se me caiga, que no me haga nudos la historia. Sé que página por página tengo que decir cosas y trabajo el relato con mayor ritmo. Sé que, si manejo el monólogo o, de golpe, manejo el diálogo, en el primer caso tengo intimidad o tengo cadencia, y seguramente con el diálogo obtengo un concepto algo teatral, casi reproduzco. Pero además logro síntesis. Un diálogo de tres o cuatro parlamentos bien hechos puede hacer que el lector sienta que ha leído un capítulo. Tengo que manejar el factor sorpresa y de esto me tiene que salir un reportaje, una crónica, con cierto tono, con musicalidad. En dos palabras, son las mismas técnicas para hacer novela, para narrar. Yo las utilizo para ponerle la realidad a la historia, (p.19).

Castro Caycedo esboza su forma de trabajar la escritura, pero cada uno tendrá sus propios modos de pensar el mejor método de contar una historia. El mismo Ernest Hemingway en múltiples oportunidades expresó lo tortuoso que le resultaba escribir, ya fuese una crónica, un cuento o una novela. En su crónica Muerte en la tarde, sobre las fiestas de toros en España, publicada en 1932, escribió que para abordar este tema: “Me parecía que la mayor dificultad para ello, aparte de saber lo que realmente uno siente y no lo que debiera sentir o lo que a uno le han enseñado a sentir, estriba en trasladar al papel de manera sencilla un hecho, poniendo de relieve los sucesos que de verdad han creado la emoción experimentada”, (p.7).

Para finalizar este apartado referente a los métodos de los que se puede valer el periodista en su trabajo investigativo y de escritura, quiero traer unas iluminadoras palabras de María Victoria Uribe de su investigación sobre la memoria Hilando fino: “La memoria es un metasentido que conecta y cruza todos los sentidos, aunque cada sentido tenga su propia memoria” (p.106). Uribe quiere decir que los sentidos básicos que conocemos, como lo son el tacto, el gusto, el olfato, la vista y el oído, guardan sus propios recuerdos y sensibilidades, y, por ello, sus propias memorias. Una víctima puede recordar, por ejemplo, las formas del rostro de un hijo por el tacto, o la naturaleza de las manos de un desaparecido; una víctima puede recordar el sabor de la comida preferida de su ser amado, o tener inscrito en su mente detalles como lunares o cicatrices que, a su vez, traen otros recuerdos. La frase de María Victoria también hace alusión a los recuerdos no gratos que guardan estos sentidos, así como el modo particular de los ademanes y gestos que despiertan con la evocación del pasado.

Un bello ejemplo del tipo de detalles reveladores de los que habla Herrscher y que entra en la categoría citada por María Victoria, íntimamente ligada a los silencios y los olvidos, es el siguiente. En una entrevista, la poeta y escritora Mary Luz López, víctima de violencia sexual en el marco del conflicto armado y miembro del colectivo Ave Fénix de Medellín, narró: “Yo me acuerdo de que cuando iba a presentar el libro que escribí sobre mi experiencia, el día antes fui a comprar el mismo perfume que utilizaba mi esposo desaparecido. Me eché un poquito en el cuello y cuando estaba rodeada de gente, en la presentación, sentía que lo tenía a mi lado, orgulloso de mí; me temblaban las manos y se me aguaban los ojos. Cuando volví a la casa lloré mucho, recordé su sonrisa. Luego me bañé y boté el frasco. Si quería superar su recuerdo, tenía que olvidarlo, pero sin dejar que se fuera de mi corazón…”.

Hasta aquí estas reflexiones, que espero sirvan a aquellos periodistas que quieren relatar la memoria del conflicto, apelando a categorías de análisis que podrían ayudar a desamordazar los recuerdos envueltos en miedos,  a través de la poética de la escritura.

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Referencias:

1. Por esta razón no es recomendable que el periodista contrate los servicios de alguien que le transcriba las entrevistas grabadas, pues al hacerlo, se priva de la posibilidad de recordar detalles como impresiones y gestos que quedan consignados en la grabación, y que son necesarios muchas veces para ambientar situaciones o recordar, entre otras cosas, características psicológicas de los personajes.

2. Hay varios tipos de archivos, entre ellos: judiciales, documentales, testimoniales, históricos.

3. En su libro Recordar y narrar el conflicto, el CNMH afirma que: "Cómo es recordado, olvidado o silenciado el pasado es un tema sensible que puede poner en riesgo la seguridad de los gestores y gestoras de la memoria o mantener vivas las tensiones sociales. No es fácil realizar el trabajo de memoria, particularmente en contextos donde el conflicto continúa vigente"(p.14).

4. Herrscher afirma, además: “Cinco aspectos que definen a un buen periodista narrativo: la voz, la visión de los otros, la forma en que las voces cobran vida, los detalles reveladores y la selección de historias, recortes y enfoques ciertas historias verídicas nos toquen, nos golpeen, nos acaricien”. (p.28).

 

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